La expresión artística aún es un hilo que nos conecta con el conocimiento de la sociedad
Una pregunta frecuente en mí, y quizá en muchos jóvenes, es cómo vivir una vida de castidad y pureza cuando a nuestro alrededor hay un grito explosivo y agresivo que nos incita a dudar, a avergonzarnos, a temer y a doblegarnos. Pues, definitivamente mi respuesta principal es la oración; creer y amar a Jesucristo en cualquier escenario. Esto me ha ayudado a tener fuerzas, no sólo a mantenerlas sino a avivarlas, y es en la conversación constante con Él que encuentro real sosiego. Más, es debido tener un espacio para contemplar reflexivamente toda esta bulla a la que me refiero. He logrado pues, encontrar porqués que me han servido a desechar y a determinar mi beneficiosa posición entorno a lo que estamos siendo llamados por el mundo.
Quisiera comenzar introduciendo resumidamente mi testimonio. Yo soy estudiante de Artes visuales, y debo confesar que la idea de artista bohemio, artista sensible, artista impulsivo, no son un mito. Definitivamente estoy inmersa en un ambiente que ni de riesgos considera lógico y posible la vida en castidad como lo he decidido hacer. Pero debo aceptar que mis estudios me han ayudado a construir una visión frente al ser humano y al cuerpo de una manera que, a pesar de la fascinación, es natural. Con esto me refiero a que la belleza del cuerpo se puede ver más allá de su pieza sexual, más allá de su contexto morboso, sino, una materia viva por el espíritu que habla por sí sólo. En ese sentido es la belleza pura de una creación que sólo la pudo hacer el mayor artista, Dios.
Ahora, como joven cercana a este lenguaje del arte, he decidido exponer con él nuestro contexto actual y su intervención frente al tema de la sexualidad y su bulliciosa degradación. Lo considero importante porque, por más que sea excluido, considerado muerto o incomprendido, el arte es un ser latente y constante en el diálogo de la sociedad. El arte existe en cualquier estado de comunidad y en su rasgo general responde a las intenciones de un creador que está sumergido en un contexto cultural que lo hace hablar y expresar. Es claro que ahora no somos movidos por pinturas o esculturas, no creo que ahora se viva en esa cercanía a la galería, veo que la cultura hacia el cine se reduce a lo que nos llega de carteleras comerciales, casi monopolizado por Hollywood, sus superhéroes o sus comedias románticas.
No me extiendo por hablar de teatro, danza, u otras formas de arte. Más la música es un formato del arte que está presente en todo escenario, su acceso está totalmente personalizado y a la vez masificado, y esto lo hace un medio de expresión básico para demostrar y llevar este reflejo desvelado de la sociedad actual al público masivo. Creo que ya es fácil sospechar a donde los conduzco, y es así que mi punto irá dirigido al contexto del reggaetón. Mal que bien es un fenómeno perteneciente a la música, y por más comercializado que esté, es una producción de expresión y creación de sentidos. No me detengo en la descripción de este género porque sé que es de conocimiento popular y que todos nos hemos visto expuestos a escuchar al menos una de estas canciones. No entraré a degradarlo tampoco, pero sí a ponerlo en ese espacio de reflexión que es tan útil desarrollarlo una vez que uno decide definirse en el camino de la virtud.
Reconozco que no soy doctora ni fiel conocedora de la música urbana, si mediocremente la puedo clasificar de este modo, pero varias de sus letras me han llenado de tanta incomodidad que me llevaron a pensar en sus fundamentos. Antes de alargarme más, señalo que la mayoría de canciones están inmersas en distintos discursos que se mantienen en nuestros pensamientos colectivos, y que efectivamente han logrado transformar y darle cara física a las nuevas consideraciones del amor y sus demostraciones. Hablaré con franqueza, el reggaetón trasciende de su mensaje vulgar y degenerado. De hecho, en ciertos momentos de sobreexcitación en el reggaetón, recuerdo las performances y las letras espontáneas del cantante estadounidense Jim Morrison, de la banda de los 60’s, 70’s, The Doors. El reggaetón propone una concepción irreal del hombre que rige sobre una mujer que está dispuesta a cumplir cualquier fantasía o “necesidad” de éste. ¡Ay feministas si leyeran el poderoso subtexto machista y patriarcal que manejan estas letras, estas prácticas! Vender el sexo como una necesidad básica del ser humano es una mentira, es un discurso que ha sido transgredido de su significado original. El sexo es una necesidad a nivel de especie, el ser humano es la creación por excelencia de Dios, y como especie perecemos y somos mortales. El sexo entonces es una opción de supervivencia en la especie, más, como hijos de Dios estamos llamados a fundarnos en su amor y a seguirlo en su ley lógica. Dios nos regala el sacramento del matrimonio para crecer y construir generaciones futuras conformadas en el amor presente de Él mismo, en su enseñanza y en su promesa de felicidad eterna. ¡Cuán diferente sería el mundo si la soberbia del humano no se hubiese interpuesto en la comprensión de este sentido real y latente del amor de Dios! Como seres que poseen razón, cuerpo y espíritu, estamos llamados a una experiencia terrenal que va más allá de nuestra complacencia carnal. Ahora, esa es mi incertidumbre y mi preocupación cuando escucho lo enaltecido, lo obsesivamente corrosivo y lo mutado que está el tema de la sexualidad en nuestros tiempos. Y no digo que sea característica de “nuestros tiempos”, solo que ahora es pertinente decir que estas consideraciones y estas vivencias frente al sexo están atacando directamente la conformación de nuestro núcleo de comunidad, la familia.
Visto de esta manera, el reggaetón sí es un propiciador por excelencia de estos pensamientos comunes que desvalorizan el sentido sólido del sexo, y a la vez es el reflejo expresivo de lo que sucede en nuestro mundo social. Esa insistencia por darnos la idea de que como seres humanos somos seres duales, es decir, compuestos divididamente por carne y razón, cuerpo y alma, nos lleva a ser reconocidos como seres que a ratos tienen dictaduras o totalitarismos por su parte animal que hacen olvidar y reprimir su parte espiritual o racional. ¿Eso de verdad es real, será posible?
Yo quisiera preguntarle entonces a Arcángel cuál es la diferencia que encuentra él en el acto sexual y en el famoso “hacer el amor”, ya que en su canción Mi gata oficial, describe como premia a su nena oficial con tener el privilegio del “sexo sin condón”. Y me pregunto esto porque se dispone a enfrentarse como todo un enamorado a complacer a su chica amada con un acto excepcional de tener sexo sin condón. Supongo que él se refiere a que “hace el amor con ella” y que con las demás simplemente tiene sexo. Él ingeniosamente, en una evolución que no nos pertenece, logra extraer su alma, su razón, su espíritu mientras comparte en la fornicación con sus otras mujeres. Más se enorgullece que con su Gata oficial, su acto es “legítimo”, sin alguna presencia de su ser animal que con ella se esconde, se olvida. Quisiera intentar saber de nuevo, incluso es así como imagino sus posturas, si él y sus colegas consideran que “hacer el amor” es una acción en la que solo participan las almas, como si fuera un desdoblamiento, como si su ser espiritual se saliera de su cuerpo y lograra coexistir sin él. Me encanta exhibirlo de esta manera, porque en verdad la unidad del hombre y de la mujer es tan compacta que al lograr nombrar su ser bajo el significado de animal con razón, mejor traducido como espíritu encarnado, se logra reconocer que es uno en su composición múltiple, que cuando piensa o hace, lo acciona con ambas naturalezas y que una no predomina sobre la otra. Pero, el estado de potro calentado de los reggaetoneros me hace pensar que son una nueva especie que se transforma sin explicación en animal y luego en ser contemplativo. Piensen, ¿esa descripción es real? ¿Somos como “hombres lobos” a los que la luna de los impulsos e instintos nos hace devorar toda carne que se nos atraviesa en el camino? No creo que suframos de trastornos mentales o disociativos, al menos sé que cuando manejo mi cuerpo y mi pensamiento, tengo total certeza que se trata de mí misma, en consciencia de mi dinámica, reaccionando a un proceso existencial.
Vamos progresando, luego de escuchar y remarcar en tal “necesidad por el sexo”, por las colas y las caderas, por los bailes que excitan y la “belleza de la mujer”, ¿cómo es que se comienza a vivir el amor? Nos encontramos con las prácticas soluciones de las relaciones abiertas, los amigos con derechos, las relaciones bisexuales, la convivencia fuera del matrimonio, entre otras, con el mismo fin y con la misma (lo digo en tono sarcástico) “resolución de un no compromiso”. Entonces, parece que el amor que el mundo busca, ofrece y refleja es uno instantáneo, uno que se remodela y evoluciona como la industria tecnológica, uno que plantea argumentos a medias, que validan el sexo en la amistad para forjarla y acercar a los miembros. ¿Y cómo no los va a acercar si el acto sexual dispone de una entrega en la corporeidad del hombre y de la mujer? Además de todo lo que incluye la producción química, física y psicológica de los participantes en el acto sexual. No hay afectos ni “te amos”, sino que hay un intercambio de “necesidades”, que se acuerdan y se viven a favor del cuerpo sin involucrar la interioridad. ¿A qué horas va a existir la familia? ¿Será después de los días de “sexo en la playa”? Yo creo que quizá ya estén bastante insolados como para saber encontrar y proyectarse a un amor filial y verdadero.
Acá encontramos una principal premisa del amor visto por nuestros contemporáneos y por nosotros mismos. Entramos a la consideración de una supuesta excusa que está basada en nuestro desmedido comportamiento animal, esa sección que aparece sin aviso y que gobierna hasta que nos deja inconscientes. Seamos sensatos por un momento, y respondámosle al reggaetón con otra filosofía distinta a la que proponía un Platón acerca de la dualidad del ser humano. O sino que ellos mismos intenten viajar dignamente al mundo de las ideas. Al menos yo le digo que el tener sexo con un amigo o con un desconocido por puro placer me generaría una serie de lastres emocionales, psicológicos y espirituales que en definitiva me harían detestar esa parte animal de mí. Por el contrario, si he de cumplir con el amor hacia un hombre, espero que mi cuerpo, mi razón, mi alma y mi espíritu, sean coherentemente una unidad para así ofrecerle un gesto eterno y un reflejo conciso del amor que Dios imprime en mí. Se reirían al pensar que ellos la pasarán mejor, pero lo dudo, en la medida en que no tengo que exponer mi naturaleza con ideas falsas de lo que soy y de cómo funciono, sino que dispongo la vida para desarrollarme y formarme como una unidad humana que crece y se domina para ser un factible instrumento de Cristo, de su Amor y de la Verdad.
Así que consecuentemente, ¿no debería ser más compacto definirse en un acto sexual puro, no por el placer de una supuesta parte animal, sino por el beneficio de todo un ser? Claro que sí, además de que no se debería proponer limitadamente al ser humano y su dignidad alrededor de su experiencia sexual. El ser humano es mucho más que eso, y tiene un alcance que supera sin duda a estos fetichismos.
En estas palabras es de mi interés promover una reflexión y una digestión previa a toda la información social que nos alcanza en la vida cotidiana. En esta ocasión se habla de la música y en específico de un género que promulga las actividades desmesuradas de los jóvenes a favor de estas sobrevaloradas y viciosas posturas sexuales, que bastantes veces han sido titulares de desgracias juveniles. Más allá, con cualquier medio de comunicación o artístico que transgreda la dignidad humana, se debe exponer a una consideración lógica que descubra el discurso de trasfondo, la idea que se implementa en la sociedad y que tácitamente transforma nuestro pensamiento colectivo. Conocer lo que transmiten estos medios de la realidad social y su reflejo, para así ser críticos y podamos tener una respuesta a lo que nos demuestran que está pasando. Finalmente, lograr ser conscientes de cómo evitar que se corrompa nuestro camino en la virtud. En otras palabras, es una invitación a no comer entero, pero tampoco a quedarse en un estado de escándalo o de queja, sino a sobreponerse e ir pensando el subtexto de lo que nos está gritando el mundo a favor y en contra de nuestra búsqueda por el verdadero amor y determinar nuestra postura, siempre hacia el máximo respeto y valoración que es el ser humano como creación de Dios.
Michelle Valenzuela Mora, es estudiante de Artes Visuales en Bogotá, tiene 20 años y es colaboradora de La Opción V.
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