¿Qué es lo que nos hace diferentes de los animales? ¿Es el dominio propio un tipo de esclavitud o es libertad? ¿Qué tiene que ver la virtud de la templanza con la vivencia de la castidad? Hoy en día, ¿somos verdaderamente libres?
Los seres humanos tenemos necesidades básicas que aseguran nuestra supervivencia en la tierra, por ejemplo: comer y beber. Dios no ha creado al hombre con estas necesidades porque sí y tenerlas no significa que todo lo que hagamos en orientación a ellas nos hace bien de manera integral. Imagínense que cuando tienen hambre, van y comen lo primero que encuentran a su paso; si así sucediera, pondríamos en riesgo nuestra salud. Tenemos la capacidad de razonar, la cual nos ayuda a dominar nuestros impulsos y saber cuándo algo nos hace mal y cuándo nos hace bien, así mismo, a saber cuándo es mejor esperar antes de comer. Precisamente aquí es donde se encuentra lo que nos diferencia de los animales, nuestra capacidad de dominarnos a nosotros mismos en nuestra propia libertad.
La virtud de la templanza, como las demás virtudes, consiste en llegar a ser semejantes a Dios (San Gregorio de Nisa). Esta virtud se encuentra estrechamente relacionada a la vivencia de la castidad, puesto que si la castidad es la virtud que ordena nuestros impulsos sexuales, la templanza modera las pasiones y deseos, y asegura el dominio de la voluntad sobre todos los instintos. Siendo así, la castidad forma parte de la templanza y ambas virtudes nos enseñan a dominarnos a nosotros mismos como seres libres y racionales.
En el siglo XXI vivimos una cultura liberal, donde las virtudes como la templanza y la castidad son “extemporáneas” y, para muchos, consideradas como patéticas. Sin embargo, si nos adentramos a conocer la naturaleza humana, nos daremos cuenta de que estas virtudes no buscan nada más que el pleno y libre desarrollo del hombre, entendiéndose libertad como la capacidad de elegir entre lo bueno y lo mejor. Deja de llamarse libertad el vivir esclavizado a nuestros propios instintos porque no podemos ordenarlos racionalmente cuando se presentan. En el momento que nos volvemos esclavos de nuestros instintos, ponemos nuestra vida y nuestra integridad en riesgo. ¿Cuál es, entonces, el verdadero beneficio de tanto libertinaje? Porque, de manera natural, ni siquiera estamos cuidando nuestra especie.
Vivir la virtud de la castidad implica acoger la templanza y caminar bajo la guía del Espíritu Santo, no se trata de reprimir o de puras “restricciones”. Las virtudes a las que estamos llamados a cultivar, no son más que las vías que Dios usa para que aprendamos a cuidar lo que Él, en su gran amor, nos ha regalado. No es cuestión de religión, ¡podríamos hablar de sentido común! Grandes problemas psicosociales que hoy enfrentamos tales como el embarazo precoz, las violaciones, la violencia, las ETS, etc., podrían ser solucionados si nos educamos en las virtudes de la templanza y la castidad. Pues, como dice el P. Miguel Ángel Fuentes en su libro La Castidad ¿Posible? (2006):
“El que no domina la lengua, la ira, el rencor, la envidia, el egoísmo; ¿cómo dominará su sensualidad? El que no domina su sensualidad, ¿cómo dominará su violencia, su afán de dominio y su soberbia que humilla a los demás?”
Carliana Castro | Brigada LOV
Carliana está terminando la carrera de Psicología Clínica en República Dominicana.
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