Los jóvenes de hoy estamos viviendo en un mundo saturado de mensajes sexuales y eróticos. Continuamente se nos propone el “ideal” del hedonismo, es decir, buscar el máximo placer y la gratificación inmediata. En este ambiente saturado de sexo —cine, televisión, Internet, radio, música [sobre todo reggaeton], revistas, amigos, profesores, sicólogos, familiares, etc.— se nos ofrece como lo normal y única opción el tener relaciones sexuales “sin esperar”. Lo único que si les preocupa a todos es que sea “seguro”.
Los gobernantes parece que no tienen otra salida más que someterse a las agendas internacionales que ante los embarazos precoces o la transmisión de enfermedades sexuales presentan como la única salida repartir gratuitamente preservativos ya en los colegios, o imponer la píldora del día siguiente o el aborto para deshacerse del fruto del supuesto amor.
Los chicos que están de enamorados o novios se llenan de “falacias” (es decir, argumentos falsos pero aparentemente verdaderos que inducen al error o engaño) para justificar algo que debería estar reservado únicamente para el matrimonio. Para adelantar las cosas, se dicen:
“No tiene nada de malo si nos amamos”
“Es expresión y demostración de amor”
“Mientras los dos estemos de acuerdo no hay problema”
“Es importante explorar los cuerpos y conocerse sexualmente para ver si somos compatibles”
“El sexo es una necesidad, no se puede resistir al llamado de las hormonas”, etc.
Como decía genialmente G. K. Chesterton: “Las falacias no dejan de ser falacias porque se convierten en modas”. Y eso exactamente es lo que sucede hoy en día: las falacias se han convertido en moda, y el hecho de que “todos lo hacen” parece ser el argumento último para convencerse o convencer a los demás de que “no tiene nada de malo, es normal, es bueno”.
Tengo 17 años. Yo he nacido y crecido rodeado por este continuo bombardeo que ya parece ser un incesante lavado cerebral: se nos ha obsesionado con el sexo, porque el sexo vende.
Harto de que se nos imponga esta mentalidad, de que todo el día y todos los días se nos quiera meter mensajes sexuales por los ojos, oídos y sentidos, yo he tomado una decisión:
Rebelarme, con todas mis energías juveniles ante este mensaje impuesto que nos trata de convencer a los jóvenes de que lo más importante para nosotros es el sexo, y de que vamos a ser felices cuando tengamos sexo al estilo pornográfico, y de que mi hombría depende de cuantas mujeres pueda seducir sexualmente.
Ese discurso gastado no me convence, porque veo a tantos chicos aprovecharse de la ingenuidad de las chicas, y a tantas chicas sufrir porque entregaron algo a quien no se lo merecía. Hoy se arrepienten, pero ya es demasiado tarde. Cayeron en la trampa, y una vez en ella, es demasiado difícil salir.
Soy de los jóvenes inconformistas que exigen otra respuesta, que buscan un amor verdadero porque creen que existe (a pesar de que “la mayoría” dice que no existe tal amor, porque no supieron buscar donde se le encuentra), y que cree que para encontrar ese amor el camino es la pureza o castidad. ¿Contracorriente, verdad?
No soy ingenuo. Soy un luchador. Sé que no es algo fácil. Sé que, como decía Eduardo Verástegui, vivir la castidad es ir contracorriente todos los días. Por eso, es para hombres de verdad, para hombres que creen que la cumbre de un nevado se puede conquistar. Sé que requiere de un compromiso decidido, valiente, audaz, requiere de un esfuerzo y lucha diaria, de un combate interior para lograr la mayor de las conquistas: la conquistar de uno mismo, el dominio de tus propias fuerzas e impulsos sexuales para poder canalizar y orientar rectamente esos impulsos en la entrega única y fiel a una sola persona, en el momento apropiado: el matrimonio. ¿Me motiva? Mi futura esposa. Pienso en ella, pienso que vale la pena guardarme para ella, pienso que es fundamental entrenarme desde ahora en el respeto a las mujeres si quiero serle fiel a ella, mi futura esposa. En vez de la satisfacción inmediata llena de promesas, prefiero educarme en la espera que me hará más hombre.
Y sí, ¡creo en el matrimonio, porque creo en el amor verdadero, ese amor que nunca pasa! Y porque creo en ese amor, estoy luchando día a día por conquistarlo. Sé que la cima del amor no la alcanzarán los mediocres, los que se dejan seducir y se entretienen con las cosas rastreras, sino que la alcanzarán aquellos que escalan las paredes más empinadas con la convicción de que ¡SÍ SE PUEDE!, y de que esa cima está allí, esperando ser conquistada por los atrevidos, por los decididos, por aquellos que no se conforman con el aburrimiento infinito que trae consigo la diversión sin fin. Yo no me conformo con seguir la corriente, con hacer lo que todos hacen: quiero ser diferente, quiero ser hombre de verdad, un hombre que en el futuro sea capaz de amar a una mujer de verdad y demostrárselo con el respeto y la fidelidad total.
Finalmente, quiero lanzar un reto a toda nuestra sociedad: si es cierto que vivimos en un mundo de democracia y libertad, yo reto a los gobiernos que no sólo nos repartan preservativos y nos enseñen como tener “sexo seguro”, que no sólo se imponga en los colegios la “educación sexual inclusiva”, sino que tengan la valentía y audacia de enseñarnos también otra opción, la opción diferente, contracorriente: la opción de esperar y respetar a las mujeres, la opción de enseñarnos a dominarnos a nosotros mismos y a no depender de preservativos y píldoras que lo único que hacen es alentarnos a la promiscuidad y decirnos, en otras palabras: “como ustedes jóvenes son incapaces de dominarse a sí mismos, la única opción es tratarlos veterinariamente y esterilizarlos con plásticos y químicos”. ¿Y los que no queremos seguir esa opción? ¿Por qué nos imponen esa alternativa como si fuese la única? ¿Por qué nos callan? ¿Por qué nos atacan y someten al bullying sicológico para que nos amoldemos y vayamos en una sola dirección?
Si nos quieren hacer creer que sólo hay un camino, el camino del “sexo seguro”, entonces ¡no hay libertad! ¡Y los jóvenes nos resistimos a la imposición! Queremos tener la libertad para hacer una opción, queremos que también se nos informe de esa otra opción para que cada cual pueda elegir su destino futuro. Yo estoy decidido a aportar esa otra opción y ayudar a los jóvenes que como yo mantienen viva la esperanza de encontrar un amor verdadero, el único que puede realmente satisfacer nuestras necesidades mas profundas de felicidad.
Giovanni L., Costa Rica.
Escrito para La Opción V
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