¿Sexo sólo «para pasarla bien»?

Hoy en día la virginidad es presentada como algo pasado de moda. Se dice que ha perdido su razón de ser debido a la libertad alcanzada por la mujer; que ya las vírgenes no existen, y que a los hombres les importa más que sepan cocinar o tejer que si aún lo son o no. A juzgar por los artículos y entrevistas que aparecen en diarios y revistas y por la publicidad, la idea de «la aventura de una noche» o el «sexo sólo para pasarla bien» tan visto en películas, ha llegado con fuerza a nuestro país.

Cuentan que para los muchachos es tan fácil llegar a la cama con una amiga en la primera cita como tomarse una bebida. Muestran el sexo-consumo como una más de las muchas ofertas que el «mercado» ofrece hoy.

No hay que engañarse

Pero, ¿cuál es la realidad en nuestro país? Una encuesta realizada por el programa Teen Star del Centro de Estudios en Biología de la Reproducción (CEBRE), dice que un 18% de los jóvenes de enseñanza media y un 31% de los universitarios han tenido una relación sexual. Sin embargo, los investigadores insisten en que no es posible una medición exacta porque muchos de los que no lo han hecho prefieren mentir a pasar por pánfilos. Lo que sí está claro es que no son «todos» los que están en ésa. Tampoco es cierto que la primera vez es como en las películas.

Ni que nos convertimos en Leonardo Di Caprio o Kate Winslet. Pero sobre todo, nadie quiere hablar del dolor de la pérdida, de la desilusión y la sensación de vacío que se produce. Y prefieren no saber qué significa la virginidad. La virginidad no es la cubierta de un tabú, una atadura retrógrada o un límite a la libertad. Es la forma de guardar lo único realmente propio: nuestra intimidad. Eso es lo más valioso que tenemos. Y sólo vale la pena entregarlo cuando está la certeza de que el otro es el elegido para toda la vida en el matrimonio. Por ello, en las relaciones casuales, se habla de «pérdida» de la virginidad, ya que la entrega de la intimidad sin un compromiso implica dar algo muy profundo y por ello, según psicólogos y expertos, deja huellas dolorosas y trae consecuencias negativas para el futuro. «Hay que tener claro que una parte de la persona se entrega a otra y que nunca se devuelve», dice la psicóloga de CEBRE, Pilar Sordo.

Sexo y sexualidad

Lo que ocurre actualmente es que el sexo se ha ido separando de la sexualidad. El joven puede tener relaciones sexuales, pero sin vivir plenamente su sexualidad. El sexo es sólo un aspecto de la sexualidad humana, que va mucho más allá de la actividad genital. Ésta abarca a toda la persona y a su relación con otra en forma íntegra. Así, lo que se entrega al otro en la relación sexual es la propia intimidad; todo lo que se es: física, emocional, espiritual, social e intelectualmente. Y eso sólo se puede dar dentro de una relación de compromiso estable.

Pero en las relaciones sexuales adolescentes lo que se busca es simplemente el placer físico. Andrea Huneeus, profesora de biología y psicopedagoga, explica que nuestro actuar debe ser integrado, pues la persona es una unidad de cuerpo y alma:

«Cuando sólo se valora la entrega de lo físico, la persona se desintegra porque falta lo psíquico y espiritual. Si no puede darlo todo, tampoco está preparado para entregar el cuerpo».

Las consecuencias de esa desintegración se hacen sentir. Hay miedo, culpa y sensación de vacío, de desvalorización de lo hecho, de la otra persona y de uno mismo. El vacío interior. Para los consejeros matrimoniales, Lorenzo y Carla Cintolessi, el resultado de las relaciones sexuales adolescentes es el vaciamiento de la persona:

«Como no tiene sentido esta entrega a alguien que no importa, queda un vacío. Y al final, termina desintegrándose como persona», dice Lorenzo Cintolessi.

Pilar Sordo da el ejemplo de una rosa:

si cada uno saca un pétalo, al final, no queda rosa. No puedo tener relaciones sexuales con uno y con otro porque, tal vez sin notarlo, entrego lo que soy y termino sin nada«, dice.

Este vaciamiento interior ha llevado a muchos  estudiosos a creer que parte importante de la sensación de desgano en la juventud actual se  debe a la pérdida de la ilusión que conlleva el tener relaciones sexuales en la adolescencia.  No tienen nada nuevo que probar y carecen de metas.

Para el filósofo y profesor Allan Bloom, gran parte del desencanto actual de la juventud se debería al comienzo precoz de la actividad sexual. Pareciera ser que han vivido experiencias tan fuertes que ya nada les sorprende. El filósofo Jorge Peña comenta:

«Saltarse etapas, afrontar experiencias sin la preparación del caso ni la madurez afectiva y  espiritual, parece que conduce a una inevitable pérdida de la capacidad de entusiasmo».

Dimensiones de la sexualidad

La sexualidad tiene varias dimensiones: física o de placer, unión y complementación con el otro, apertura a la paternidad y trascendencia. En las relaciones sexuales adolescentes sólo está presente la primera y a veces la segunda. La posibilidad de dar vida es absolutamente rechazada y, por su naturaleza pasajera, tampoco puede ser trascendente.

Aunque desde los años sesenta y con la creación de la píldora anticonceptiva, se ha tratado de disociar la relación sexual de la procreación, ésta, por naturaleza, es un componente  indispensable de la primera. La sexualidad humana es a la vez encuentro con el ser amado  y  transmisión de vida. Por ello, biológicamente, no está siempre ordenada a la procreación como en los animales, sino que también a la unión de la pareja. En ambos aspectos se muestra el sentido de trascendencia de la sexualidad, ya que todo amor verdadero busca la eternidad.

«Al conservar la virginidad se protege la sexualidad», dice Andrea Huneeus, «Es como ver una película en tres dimensiones. Si no te pones los anteojos para verla, se pierde lo mejor que tiene».

FUENTE: www.valoralamor.com